Mientras que es uno de los integrantes claves dentro de Morat, banda colombiana que no deja de sorprender nacional e internacionalmente y que acaba de lograr agotar boletería en su próxima gira de conciertos en distintas ciudades del país, Simón Vargas cuenta con otras inquietudes artísticas que siempre está explorando.
Es historiador de profesión, siempre está creando nuevas canciones para la banda, un apasionado de la fotografía en sus diferentes formas, y relator de historias, como las trece que hacen parte de ‘A la orilla de la luz’, un libro que tuvo una primera edición en España hace cinco años, un día antes del inicio de la pandemia.
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Ahora, dentro de las novedades de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, presenta una nueva edición de este libro, con los mismos cuentos, pero completamente renovada en su diseño con fotografías realizadas por el propio Simón.
Son cuentos que son retratos de la Bogotá que él reconoce, en la que creció, pero también la que imagina y la que muchas veces teme.
Mientras presenta en la Filbo esta nueva edición de su libro de cuentos, prepara una exposición fotográfica de sus interminables recorridos por la capital del país, sin descuidar la nueva música de Morat y su próxima gira de conciertos.
LA EDICIÓN SOÑADA
–¿Cómo fue esa primera edición hace cinco años?
Salió un día antes que explotara la pandemia, por lo que se lo comió una noticia de magnitudes globales y yo había hecho el duelo de que esto, tener un lanzamiento y entrevistas, jamás iba a suceder, hasta que me propusieron hacer una segunda edición, que para mi gusto es mucho más lo que yo siempre imaginé del libro, estoy realmente dichoso.
–¿Cómo nace la idea de esta segunda edición?
Por un lado, empecé a tomar fotos hace más de siete años, y desde hace cuatro empecé con un proyecto de fotografía de Bogotá de gran magnitud, con un archivo de cuatro mil fotografías de la ciudad, escogiendo 80 fotos. En ese momento, pareció demasiado evidente que esas fotografías hacían parte del libro, conectaban muy bien con las historias.
La primera edición se publicó en España, y por iniciativa de la editorial en Bogotá, surgió la idea de esta nueva edición con un libro que habla de la ciudad y que ya contaba con las fotografías, que a la vez, hacen parte de una exposición fotográfica que estará abierta todo el mes de mayo en Bogotá.
–¿Reconoció al escritor de esos cuentos, teniendo en cuenta el paso del tiempo?
Si. Siento que este libro lo escribí para mí, y me da gusto saberlo así, y es tal cual como quería escribirlo y transmitirlo. Así, una vez lo volví a leer y recordé mucho el proceso de hacerlo, de escribirlo, de enviarlo a mis lectores, recibir los comentarios y hacer reuniones de más de ocho horas debatiendo y la reescritura.
Es un libro tal cual lo imaginaba en cuanto a texto, aunque en edición le faltaba, porque yo lo diseñé y fui testarudo y lo asumo, pero esta versión del libro es como siempre lo quise hacer, donde todo comunica.
–¿Fotografía análoga?
Todas las fotografías podrían haber sido tomadas de forma digital, incluso con Inteligencia Artificial, pero en análogo el valor es el proceso que te hace ir lento, donde tomas una foto en rollo y solo la puedes ver tiempo después, lo que cobra un significado mayor. El proceso de cuarto oscuro es maravilloso, retomando procesos que se van rescatando y me ha tenido que investigar mucho. Se logra una textura diferente.
–¿Cuáles son sus momentos favoritos del libro?
Mis momentos favoritos del libro quizás son los más violentos, donde todo se pone más agresivo. Quizás, porque mi trabajo como bajista y escritor en Morat es radicalmente opuesta, porque en los cuentos hay escenas y momentos que nada tienen que ver con el imaginario que desarrollamos con la banda.
Si tuviera que escoger uno, siempre es el primero, ‘Tokio’, porque entra con un puño en la cara porque es super agresivo y me encanta, con la sensación de ahogo.
–Una sensación que tiene que ver mucho con Bogotá…
Por completo. Con la inseguridad, con la sensación de los bordes, de la orilla, mal iluminada, con bordes invisibles porque entrar por la esquina que no es y puedes estar en lios. También estando en el borde del conflicto, con un monstruo en el monte que no vemos del todo, pero sabemos que está ahí.
La sensación de inseguridad y el terror que se vuelve cotidiano, pero también rodeado de una cultura muy bonita, con una estética muy interesante que llega a lo trash y me gusta mucho, y más cuando llueve en una ciudad a medio construir y llevada por el putas por el tráfico.
–¿Una belleza particular?
La belleza resalta en el contraste, y eso sucede mucho con Bogotá, donde puedes tener lo bello junto a lo horrible y sucio.
–¿Se había acercado a las obras literarias que han retratado a Bogotá?
Sí y no. A medida que ha pasado el tiempo me he encontrado con autores que hablan de Bogotá, pero hace cinco años tenía pocas referencias. Realmente me acerqué más a Bogotá a través del periodismo, con la forma de contar las noticias desde los diarios que venden en los semáforos y ver las barbaridades que suceden, hasta pasar los diarios tradicionales y ver cómo se aproximan a las mismas noticias desde distintas formas de escritura.
Lo que yo no quería hacer, al hablar de Bogotá, era enfocar el lente en la miseria, en el lugar más oscuro, mientras que en mi libro, los momentos más agresivos son los momentos más fantasiosos, y eso siempre me gustó.
–La primera edición se publicó en España, ¿cómo fue la recepción de un público que quizás no conocía Bogotá?
Pese a la situación global, al libro le fue muy bien pese a no tener lanzamiento, entrevistas y firmas de libros, pero se movió por muchos círculos de lectores, además de muchos de los fanáticos de Morat y tuve mucha retroalimentación positiva de ellos.
Pero en especial, los lectores de Bogotá, que me decían que sí se encontraron con su Bogotá, y para mí eso es un objetivo cumplido. Es maravilloso que se encontraran con una Bogotá irónica, reina de los contrastes, en caos, hostil y abrazadora. Yo llego a Bogotá y no sé si estoy más fascinado y aterrado de recorrerla.
–¿La escritura continúa?
Tengo más cosas en camino. Lo que estoy escribiendo ahora no llega a lo autobiográfico, pero son relatos mucho más cercanos a mí, buscando que sea un libro mucho más transgresor que este, más agresivo, más fuerte.
–¿Difícil trabajar en dos escrituras tan diferentes, entre sus cuentos y su trabajo en Morat?
No, porque las condiciones de trabajo son radicalmente distintas. Morat es una banda con un criterio en común, donde todo se discute, mientras que en el libro, que contó con la participación de muchas personas, al final la decisión era completamente mía.
(Colprensa)